Cuando los entonces hermanos Wachowski filmaron Matrix (1999), su idea original no fue que los humanos fuéramos simples baterías, sino habían pensado en el cerebro como pequeños procesadores que ayudaran a operar a la matrix. Al menos eso cuenta la historia sin confirmar, ya saben, el mito detrás de la película. Desafortunadamente, por la supuesta intervención de algún productor obtuso, la idea quedó como está plasmada en la película: tenemos el papel de baterías poco eficientes.

Aun así, lo interesante es que hoy en día nuestra alta conectividad nos permite entender mucho mejor eso que, el supuesto productor, pensó no entenderíamos. Nuestro cerebro ha sido llevado a una especie de cyborgización mediante la hipertextualización del conocimiento por medio de la metadata. Esto quiere decir que usamos aparatitos para ligar un montón de cosas que parecen no tener nada en común, por medio de la información que rodea a algo.

Ya desde los años 30s un ingeniero del Massachusetts Institute of Technology (MIT) llamado Vannevar Bush ideó una máquina llamada MEMEX. Esta máquina se pensaba como un archivo de obras que podrían ser interconectadas. Se podrían armar caminos de consulta, lo cuales después, podrías traer mediante enlaces, tal y como lo hacemos ahora cuando consultamos internet. Nunca se construyó.

Sin embargo, esta visión, en nuestra actualidad está siendo llevada mediante celulares, tablets, computadoras, televisores, asistentes del hogar, refrigeradores e infinidad de gadgets que operan a través de internet y utilizan nuestra metadata para tratar de anticiparse a nuestro comportamiento. No sólo armamos caminos de búsqueda, sino hay máquinas usando la información que genera esos caminos para tratar de anticiparse a nuestras acciones.
¿Pero acaso nos hemos convertido en esa supercomputadora o procesador que las hermanas Wachowski querían en su Matrix? No, pero si lo quisiéramos hacer ¿qué se necesitaría para llevarlo a cabo? Yo creo que la interconexión de toda esa metadata lo podría lograr, pero se tendría que llevar más allá de algoritmos dedicados a que compremos tonterías.

En algún blog de algún furioso usuario leí que estamos atravesando por una especie de oscurantismo medieval. Tal vez se refiere justo a nuestro impulso por comprar tonterías que nos sugieren diferentes redes sociales digitales, y no utilizar toda esa información disponible para hacer algo productivo, artístico, trascendental o qué sé yo. Aun así se me hace exagerada su afirmación, pero lo cierto es que tampoco estamos viviendo el paraíso que muchos tecnólogos habían augurado después de llegar a cierto nivel tecnológico. Mucho menos fuimos sometidos por nuestras propias máquinas... creo.
Claro, los celulares nos han vuelto más eficientes, yo ya no tengo que llevar una agenda porque se la puedo gritar a mi Alexa desde mi habitación y ella la transfiere a mi teléfono. Incluso puedo programar mi luz para que se prenda cuando llego a casa, o que se apague a cierta hora si me quedo dormido, porque sí, al parecer es muy difícil usar un interruptor.

Estoy reemplazando mis libreros por un disco duro de 1TB en donde caben más libros de los que puedo leer probablemente en mi vida. Sin embargo, la enseñanza que nos dejan todos estos avances es que, aunque las cosas estén disponibles no serán utilizadas hasta que tengan un propósito.
Puede que Alexa me avise que tengo que hacer algo, pero bien puedo ignorarlo e intercambiarlo por un rato de videos de gatitos haciendo cosas extrañas. También puedo tener todos los libros del mundo, pero no por eso los voy a leer. Sin embargo, están ahí disponibles, tanto mis recordatorios de actividades, como mis libros. Tan sólo tengo que preguntar cuál es el siguiente recordatorio y Alexa sabrá la hora de esa actividad, incluso el tiempo que le puedo destinar o cuanto falta para que suceda. También puedo introducir en un buscador cierto patrón de letras para que, por pura coincidencia, el buscador me presente un montón de archivos que contengan esa particular combinación, y así, de un número reducido, seleccione el libro, película, canción que me dormirá el día de hoy.

Esa metadata, como lo vimos antes, no sólo tiene que ser la hora o la combinación de letras, puede ser de todo tipo, desde cuando fue creado, quién lo creó, la cantidad de pixeles, de muestras, el peso, etc. Esta información de la información es justo lo que hubiera permitido la creación de la red de cerebros que se imaginaron las hermana Wachowski.

Las computadoras actualmente trabajan por núcleos de procesamiento que permiten realizar procesos de manera muy rápida, pero siguen manteniendo cierta linealidad que los cerebros no tienen.

Las búsquedas que realizamos por internet muchas veces nos lleva a caminos que no pensamos y que terminan siendo entre inútiles y graciosas. Aun así, esta es una pequeña muestra de cómo opera el cerebro. La cantidad de relaciones que pueden hacer las neuronas es inmensa y esas relaciones son las que hacen que el cerebro sea todavía muy superior a los procesadores que existen actualmente.

En un sistema computacional podría ser que se logre este tipo de procesamiento a través justo de la metadata. Ya que lo que en realidad hace el cerebro es ligar entre diferentes datos aparentemente inconexos para generar información útil.

Las computadoras pueden hacer esto ya de alguna forma como cuando un corrector de texto anticipa tus frases, usa metadata de tus mensajes anteriores para intentar adivinar tus respuestas, pero como hemos visto, todavía dista de ser infalible.

Sin embargo una vez que todas esa información se pueda correlacionar, no tendremos sólo máquinas altamente eficientes, sino creativas, porque al final esa correlación de datos aparentemente inconexos que llevan a algún resultado, se llama creatividad.

En fin, es por eso que no tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que los entonces productores o directivos de la cadena que produjo Matrix, debieron dejar el argumento original de las hermanas Wachowski, porque somos unas terribles baterías, pero somos una gran máquina de correlacionar datos inútiles para volverlos algo.